En ocasiones, no reconocemos en esos jóvenes «malhumorados» y ensimismados a los niños y niñas que hace poco eran nuestros propios hijos e hijas. Nos resulta especialmente desafiante conectar con ellos y nos inquieta las decisiones que puedan tomar por sí solos. La adolescencia es una fase que causa una revolución tanto en los jóvenes como en sus familias, pero es un proceso necesario e inevitable para su transición hacia la vida adulta. Es comprensible que surjan conflictos, situaciones difíciles e incluso cambios que podrían parecer drásticos en su personalidad. Después de todo, los adolescentes están en busca de desarrollar su propia identidad.
Entender la Adolescencia
La etapa de la adolescencia implica una gran cantidad de cambios, no solo para los propios adolescentes, sino también para los padres que los acompañan. Como padres, debemos aprender a lidiar con nuestra sensación de pérdida de control sobre la vida de nuestros hijos e hijas, y gradualmente permitirles más autonomía. Es fundamental que como padres comprendamos qué están experimentando y en qué fase vital se encuentran nuestros hijos.
Adolescencia: la búsqueda de la propia identidad
La adolescencia es un período de búsqueda de identidad marcado por significativos cambios físicos y emocionales. Durante esta etapa en la vida de nuestros hijos e hijas, se experimentan cambios, conflictos, deseos, miedos, crisis y, sobre todo, transformación. Es el inicio de un período en el que se exploran nuevos caminos y se toman decisiones importantes.
Es comprensible que todos estos procesos se experimenten con cierta inseguridad y temor hacia lo desconocido, así como con tensión y resistencia al cambio. Construir o desarrollar la propia identidad no es una tarea sencilla. Una de las consecuencias de este proceso es la percepción diferente (o interpretación) de la realidad y la creación de nuevos vínculos o la modificación de los existentes, incluidos los de la familia.
El proceso de independencia de los padres y madres es uno de los primeros cambios importantes que experimentan los adolescentes. Como progenitores, es crucial que aceptemos que los adolescentes se van a distanciar de nosotros y que también necesitamos ajustar algunas de nuestras conductas hacia ellos. Por ejemplo, debemos dejar de protegerlos de la misma manera en que lo hacíamos cuando eran niños.
Sin embargo, esto no significa que dejemos de intentar evitarles riesgos o de brindarles apoyo y acompañamiento. Más bien, debemos hacerlo manteniendo una distancia que sea cómoda para nuestros hijos e hijas, para que sientan que tienen la libertad de desenvolverse por sí mismos y no se sientan limitados.
Durante la adolescencia, nuestros hijos e hijas están experimentando sus primeras vivencias y experiencias como seres humanos autónomos. Aunque eventualmente nos consulten, están tomando sus propias decisiones y estableciendo sus propios vínculos de confianza con las personas que ellos mismos eligen. Como resultado, la adolescencia de nuestros hijos es una etapa con una gran carga emocional para toda la familia.
Algunas características de este periodo:
- La adolescencia es un proceso de transición que abarca características peculiares desde la infancia hasta la edad adulta, generalmente iniciándose alrededor de los 10-11 años y finalizando alrededor de los 18-20 años. Además de los cambios biológicos evidentes y visibles, también existen otros cambios que pueden no ser tan perceptibles, como las conductas, los pensamientos, las creencias, las prioridades y los valores.
- Durante este período, se redefinen los roles y es el momento en el que los adolescentes aprenden a tomar sus propias decisiones, a ser autónomos y a gestionar su independencia.
- Este proceso implica un conflicto no solo interno, sino también con el mundo externo, incluyendo a los padres/madres, quienes a menudo se ven desbordados por las situaciones que surgen al tener un hijo/a en esta etapa.
- Etapa en la que parece que no tienes nada en común con ellos, sentís que no os entendéis, no obedecen y tienen una manera propia de sentir, comportarse y pensar.
- No les gusta las normas y por lo general les gustan hacer lo que les vienen en gana.
- Les suelen gustar la música y pasar horas con el móvil y/o ordenador.
- En ocasiones, los estudios suelen relegarlos a un segundo plano, contestan mal, tienen cambios de humor repentinos, interés desmedido hacia su cuerpo y detestan que les traten como niñ@s.
- Se agobian si les preguntas sobre algo de su vida.
- Tienen una jerga propia.
- Lo más importante para ell@s son sus amig@s, que son quienes tienen la solución a todos los problemas. Por lo tanto, cuidado a la hora de hablar de ell@s.
- No tomar al pie de la letra todo lo que dicen, porque su capacidad de autocontrol falla.
- Pueden comer a deshoras, duermen mucho, se recluyen en su habitación y los portazos son uno de sus deportes favoritos.
- Tener un adolescente en casa puede ser sinónimo de problemas pero también de risas, espontaneidad, y conversaciones sobre su vida…
- No son adultos sino un ensayo continuo de lo que serán, por eso se usa tanto la frase, “se están definiendo”.
- Durante esta etapa, los estados de ánimo de los adolescentes pueden compararse con una noria en constante movimiento. Motivos insignificantes pueden provocar enojo, y los adolescentes pueden considerar que su variabilidad emocional es normal, mientras que perciben a los adultos como extraños y exagerados.
- Durante esta etapa, se experimentan cambios rápidos en el estado emocional, una mayor necesidad de privacidad y una tendencia a ser temperamentales. A diferencia de los niños, que rara vez piensan en el futuro, los adolescentes sí lo hacen, y con más frecuencia de lo que los padres pueden creer. Algunos incluso llegan a preocuparse en exceso por ello.
- Durante este período, es común que los adolescentes estén muy centrados en sí mismos, creyendo que son la única persona en el mundo que experimenta ciertas emociones o situaciones, o que son tan especiales que nadie puede entenderlos (especialmente su familia). Este enfoque en sí mismos puede conducir a momentos de soledad y aislamiento, o influir en la forma en que se relacionan con familiares y amigos.
- Durante esta etapa, es común observar emociones exageradas y variables, así como una cierta inconsistencia en su comportamiento. Pueden pasar rápidamente de la tristeza a la alegría, o de sentirse los más inteligentes a sentirse los más estúpidos. Piden ser cuidados como niños y, al cabo de unos minutos, exigen ser dejados solos porque «ya no son niños».
- Otro aspecto que cambia es la forma en que expresan sus sentimientos. Los besos y abrazos de la infancia son reemplazados por leves gestos de cabeza. Pueden considerar como ridículas las expresiones de afecto hacia la familia, pensando que son «cosas de niños». Es importante recordar que estos cambios son en la forma de expresarse, no en los sentimientos hacia sus amigos, familiares o seres queridos.
- Los adolescentes a menudo tienen dificultades para reconocer y gestionar sus emociones. Se sienten inseguros, experimentan problemas de autoestima y este estrés se manifiesta en sentimientos y sensaciones intensas. La falta de herramientas adecuadas dificulta aún más su manejo de estas emociones.
- Es importante dejar espacio. Si alguien está frustrado no hay que ir corriendo a consolarlo, sino dejar que lo procese. Y después sentarse a hablar.
- Ell@s no manejan las capacidades que tenemos los adultos, por eso es importante guiarlos y enseñarles cómo, observarles desde la curiosidad y el respeto y preguntarles: ¿puedo hacer algo por ti?
- Los adolescentes están en un proceso de autodescubrimiento y de definición de su identidad, por lo que es fundamental mostrar interés en ellos. Mantener una actitud curiosa por conocer quiénes son, cuáles son sus gustos, qué actividades disfrutan, cuáles son sus inquietudes y preocupaciones es esencial. Además, es importante evitar juzgarlos cuando nos cuenten algo que consideran importante compartir con nosotros.
- A todos esos cambios externos se suman otros como la presión social o la necesidad de encajar en su grupo de iguales, lo que puede acabar generándoles una gran desconfianza e inseguridad.
- Los adolescentes de hoy en día suelen llevar siempre consigo un móvil o una tablet, lo que les expone constantemente a la influencia de las redes sociales como Facebook, Instagram, WhatsApp, YouTube, Spotify, así como a influencers, YouTubers y plataformas de streaming como Netflix. Internet se ha convertido en su principal fuente de información y, en ocasiones, puede llegar a sustituir el diálogo directo con sus progenitores.
- Hay cambios de paradigmas a nivel familiar, social y cultural que influyen en sus comportamientos y en su regulación emocional, en esta etapa de sus vidas, puede que nos provoquen, nos desestabilicen, nos reten, nos cuestionen… En este contexto, a veces es deseable buscar ayuda profesional.
En resumen, la niñez y la adolescencia son períodos desafiantes y de transición entre diferentes etapas de la vida, caracterizados por cambios físicos, sexuales, psicológicos y sociales. Este contexto puede ser un caldo de cultivo para el desarrollo de conductas problemáticas como trastornos depresivos, ansiedad o estrés.
Y qué podemos hacer l@s padres/Madres:
- Es crucial permitir espacio emocional. Cuando alguien está pasando por un momento difícil, no es necesario correr a consolarlo de inmediato. Es importante permitir que la persona procese sus emociones. Después de un tiempo, es útil sentarse y hablar sobre lo que está sucediendo.
- Ell@s no manejan las capacidades que tenemos los adultos, por eso es importante guiarlos y enseñarles, observarles desde la curiosidad y el respeto y preguntarles: ¿puedo hacer algo por ti?
- Están tratando de encontrarse y saber quién son, por eso es esencial mostrar interés, “que mantengamos una actitud curiosa por saber quién son, cuáles son sus gustos, con qué se divierten, las inquietudes y qué les preocupa… Y sobre todo si nos cuentan lo que consideren intentar no juzgarlos.
- La NEGOCIACIÓN es clave en este proceso de cambio aunque a los padres/madres a veces les cuesta entenderlo porque esto implica “Ceder”.
Negociar no significa creer que estas cediendo
- NO es dar nuestro brazo a torcer.
- NO es dejar que su hij@ se salga con la suya.
- SI es crear una forma de relación entre padres/madres-hij@s más agradable.
- Nos permite sentar las bases de una buena relación y disminuir los conflictos.
- No debemos tener miedo a poner normas y pedir responsabilidades al comportamiento de nuestros hij@s porque lo necesitan, aunque ahora, estas NORMAS han de ser negociables.
- Trabajar La Libertad Respetuosa y La responsabilidad Afectiva con cada miembro de la familia.
Cómo podemos ayudar en la convivencia
1.-Hablar y escuchar:
- La comunicación es fundamental para mantener la armonía familiar, aunque a veces los adolescentes no quieran hablar con nosotros. Es importante crear un ambiente donde se sientan cómodos compartiendo sus preocupaciones y experiencias. Nosotros como padres podemos dar el ejemplo siendo los primeros en compartir cómo fue nuestro día a día y mostrándoles que estamos abiertos a escuchar y apoyarlos en cualquier momento.
- Cuando ellos nos hablen de algo, olvídate de juzgar el contenido de lo que te diga, simplemente escucha atentamente y agradécelo. “Me ha gustado el rato de charla que hemos tenido”.
- Un dialogo Asertivo, escucha activa y empatía ante el/la Otr@.
- La familia frente a los problemas. Comunicarse y expresar lo que sentís.
2.-Elige bien la batalla:
- No puedes estar constantemente vigilando o caerás en el error de corregir, exigir, recriminar o castigar constantemente su actitud.
- Es importante centrarse en un aspecto concreto, como establecer normas básicas, y dejar espacio para abordar otros aspectos más adelante.
- Evita transmitir la sensación de que todo lo hacen mal, y en su lugar, enfócate en reconocer sus esfuerzos y logros, fomentando así una atmósfera de apoyo y confianza.
3.-Dedica tiempo a hacer planes en común:
- Aunque no quieran hacer cosas con vosotr@s, tenéis que buscar junt@s situaciones y acciones para compartir en familia.
4.- Aprender a resolver desde el presente y no desde el pasado de los reproches ni el futuro anticipatorio.
Establecer Límites y Normas flexibles
- En la infancia, las normas y límites suelen ser impuestos, pero en la adolescencia, es crucial negociar las normas para que funcionen de manera efectiva, estableciendo acuerdos consensuados.
- Es importante que todos los miembros de la familia conozcan las normas de la casa y las consecuencias por no seguirlas. Establecer plazos para realizar tareas y responsabilidades también es útil.
- Escuchar a nuestros hijos es fundamental para establecer un diálogo necesario y posteriormente negociar las normas.
- Para fomentar un ambiente relajado, es importante establecer la autoridad sin autoritarismo, evitando que los hijos perciban las normas como una imposición. Establecer acuerdos en relación a las normas es clave.
- Además, es útil establecer conjuntamente «líneas rojas», que son mínimos de convivencia que no se pueden negociar. Por ejemplo, el respeto hacia uno mismo y hacia los demás podría ser una línea roja común, mientras que otros aspectos pueden ser más flexibles y sujetos a negociación. Cada familia puede definir sus propias líneas rojas de acuerdo con sus valores y necesidades.
Reforzar su esfuerzo
- Lo primero es alabar el esfuerzo de su hij@ en relación al cumplimento de los objetivos planteados como prioritarios. (aunque no sean todos).
- Establecer un plan consensuado de refuerzos a diario y semanales por realizar las tareas asignadas.
- Revisar que hayan realizado su parte del trato, sus acuerdos, para poder recibir las recompensas acordadas.
“Nadie dijo que educar fuera fácil“
Nunca es tarde para empezar a hacer las cosas de otra forma. En PsicoAlmería estamos aquí para acompañarlos en este proceso de cambio. Si necesitas consultar sobre tu adolescente puedes llamarnos al 644679781 o reservar con nuestras psicólogas ahora en pocos clics.